
Las emociones tienen un carácter universal y adaptativo, juegan un papel importante en el bienestar psicológico de los individuos, cumplen una función importante en la comunicación social, son importantes para el bienestar/malestar de los sujetos, y están íntimamente relacionadas con diversos sistemas fisiológicos que forman parte del proceso que podríamos denominar "salud-enfermedad". Por otro lado, las emociones influyen sobre la salud y la enfermedad a través de sus propiedades motivacionales, por su capacidad para modificar las conductas "saludables" (ejercicio físico moderado, dieta equilibrada, descanso, ocio, etc.) y "no saludables" (abuso de alcohol, tabaco, sedentarismo, etc.).
La experiencia emocional, lo que pensamos y sentimos durante una reacción emocional, se suele clasificar por el placer o desagrado que produce, por la intensidad que adquiera y por el grado de control o no que se tenga en esa situación.
El término "emociones negativas" ha cobrado mucha fuerza en los últimos años y se refiere a las reacciones emocionales que se caracterizan por una experiencia afectiva desagradable o negativa y alta activación fisiológica (Cano y Miguel 2000).
Suelo preferir utilizar el término de “disfunciones emocionales” ya que la experiencia afectiva o emocional puede provenir de un hecho causal positivo y resultar igualmente incómoda o desagradable, como el caso de una progresión en la carrera profesional, que pudiera llevar a altos niveles de ansiedad a pesar de ser experiencias positivas, e incluso esperadas. Es decir, experiencias positivas con resultado emocional negativo.
Hoy en día hay datos suficientes para afirmar que las emociones positivas potencian la salud, mientras que las emociones negativas tienden a disminuirla.