No creas que no... no creas que no.
Gritaba y gritaba como un lobo enardecido por la angustia de no
saber de tan futuro incierto.
¡Que no! ¿qué? Escucho decir tras de sí.
¡Uf! qué locura de día. Sin haberlo buscado
lo encontré. Que desesperación más grande.
Si ya lo decía yo… que no va a poder ser, que
te estás equivocando, que por ahí no, que no se puede esperar más allá de lo
que uno puede esperar.
Y dale con la burra al trigo, si es que no se
puede ser más terco, más inútil, más booobo.
Que esto no me gusta, que ese no me gusta,
que los de allí patatín, que los de acá patatán, que si tu prima la del pueblo,
que si la amiga de tu amiga…
Punto y final.
Piensa por un momento en los de tu alrededor…
Piensa…, anda…, desconecta y piensa… tic,
tac, tic, tac, tic, tac.
Cuánta zozobra nos rodea. (Bonita palabra “zozobra”).
Cuánto egoísmo, cuánta cobardía, cuánta “sinrazón”.
Cambia… si cambia… ¡eh tú! ¡CAMBIA!
Sonríele a la vida, sonríele a la vida… tú,
sí, tú. Sonríele a la vida.
Si quieres ser de los míos sonríele a la
vida.
Haz un pequeño esfuerzo. Tú puedes. Eres una
persona mágica, llena de energía, de fuerza interior. Si tú. Qué si. Que tu
también.
Deja de escuchar a esos “otros” y mira como
sonríes. Ese es el pequeño esfuerzo que me gustaría que te pidieras.
Sonríele a la vida…
Bueno, si no puedes ya sonreiré yo por ti. ¿Por
qué? Porque quiero seguir estando a tu lado. Y se que un día… tú también
sonreirás.
Sonríele a la vida... puede
que así, ella... te sonría a ti
Por José Manuel Párraga (de "cuentos de mi vida")
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