25 de marzo de 2025

El Guardián de la Luz (un cuento que fue escrito para ti)

En una aldea olvidada por el tiempo, vivía un anciano llamado Kiran. Era el guardián de un faro que, aunque lejos del mar, iluminaba el sendero de los viajeros que cruzaban el desierto. No tenía riquezas ni posesiones, solo una lámpara eterna que nunca se apagaba. Se decía que aquella luz contenía la sabiduría de los grandes maestros.

Una noche, un joven llamado Ravi llegó al faro buscando respuestas. Cansado de la vida, sentía que el mundo era injusto y que su destino no tenía sentido.

—Maestro Kiran, ¿por qué el mundo está lleno de sufrimiento? —preguntó Ravi con desesperación.

El anciano sonrió y le ofreció un cuenco con agua.

—Bebe, hijo. ¿Sientes cómo calma tu sed? —dijo Kiran.

—Sí, maestro.

—Así es la vida: si aprendes a saciar tu alma con lo esencial, encontrarás la paz. El sufrimiento viene cuando buscas llenar el vacío con lo innecesario. 

Ravi meditó sobre esto, pero aún tenía dudas.

—¿Cómo encuentro mi propósito?

Kiran tomó un puñado de arena y lo dejó caer con el viento.

—El propósito no se busca, se descubre en el camino. Cada paso, cada decisión te acerca a él. No temas equivocarte, porque los errores son simplemente la prueba de que lo estás intentando. 

El joven asintió, pero su corazón seguía inquieto.

—¿De donde surge el ánimo? Verbalizó murmulleando.

El Maestro sosteniendo un pequeño palo señaló al pecho del joven.

—De tu corazón. Donde residen tus mejores pensamientos y donde las emociones se llenan de amor. Tú puedes sanar tu vida a través de la realidad que empieces a crear ahora.

—Maestro, ¿cómo podría cambiar el mundo?

Kiran avivo la lámpara y la colocó entre ambos.

—El cambio empieza dentro de ti. Sé la luz que deseas ver en el mundo. No luches contra la oscuridad, simplemente brilla. 

Ravi sintió algo despertar en su interior, pero había una última pregunta.

—¿Y si el destino ya está escrito?

Kiran rió suavemente.

—El destino es un libro en blanco. Algunos esperan que el viento escriba por ellos, otros toman la pluma y crean su propia historia. Sigue tu leyenda personal y el universo conspirará a tu favor.

Ravi, con el corazón encendido, agradeció al maestro y partió con la determinación de ser la luz que iluminase sus pasos. Desde entonces, se convirtió en un faro para los demás, iluminando caminos con la sabiduría que una vez recibió.

Y así, la lámpara del viejo Kiran siguió brillando, no solo en el faro, sino en cada alma que aprendió a encender su propia luz.

 Fin.

Kiran es un nombre proveniente del antiguo sánscrito y se traduce como "rayo de luz" o "brillo". Este término poético evoca la pureza y la claridad de un rayo de sol que atraviesa la oscuridad, iluminando todo a su paso. La luz, en muchas tradiciones espirituales, simboliza el conocimiento, la sabiduría y la conciencia.

Ravi es un nombre masculino de origen indio que significa "sol" en sánscrito. El sol simboliza la vida, la energía y el poder, por lo que el nombre Ravi suele asociarse con estas cualidades. Las personas llamadas Ravi suelen ser brillantes, alegres y optimistas. También se les suele considerar creativos e inteligentes.

20 de marzo de 2025

Después de la lluvia (un relato sobre la tristeza y de cómo superarla)

(Cuando no para de llover)

Llovía sin descanso. Desde hacía semanas, las nubes cubrían el cielo como un manto pesado que nadie podía apartar. La gente en el pueblo caminaba con la cabeza gacha, los paraguas desgastados y el agua filtrándose por las grietas de los techos. La tristeza se había instalado en cada rincón, como si el sol jamás fuera a regresar.

En la casa al final de la calle, Martina observaba la lluvia golpear la ventana. Había perdido a su padre poco antes de que comenzara aquel diluvio interminable, y la sensación de vacío en su pecho parecía reflejarse en el cielo gris. A su lado, su hermano menor, Andrés, jugaba con un barco de papel, dejándolo flotar en el agua que se acumulaba en el patio.



—Dices que va a dejar de llover algún día, ¿verdad? —preguntó Andrés, sin apartar la vista de su barco.

Martina le revolvió el cabello con suavidad.

—Claro que sí. Siempre deja de llover.

Pero en su interior, no estaba segura. El pueblo entero parecía atrapado en una tristeza infinita, como si la lluvia nunca cesara.



(Buscando luz en la tormenta)


Aquella noche, mientras Andrés dormía, Martina tomó una hoja de papel y escribió lo que sentía. Recordó que su padre solía decirle que poner los pensamientos en palabras ayudaba a darles forma y restarles peso. “Llueve mucho, pero no para siempre”, escribió. “Quizás hoy solo pueda mirar la lluvia, pero mañana intentaré caminar bajo ella”.





Al día siguiente, su vecina, la señora Elena, la llamó desde la ventana. Le ofreció unas galletas recién horneadas. Aunque no tenía mucho apetito, Martina aceptó. El sabor dulce le recordó que, incluso en la tristeza, había pequeños momentos de consuelo.

Más tarde, al salir al patio con Andrés, lo observó jugar con su barco y decidió acompañarlo. Poco a poco, se permitió sonreír. Recordó que su madre decía que, cuando uno no encuentra fuerzas, ayudar a otros puede encender una chispa dentro de uno mismo. Por ello, en los días siguientes, ayudó a Elena a reparar su tejado, visitó a su amiga Sara y le llevó una carta con palabras de ánimo.


(El cambio en el pueblo)


Una tarde, después de días de tormenta, ocurrió algo distinto. Un grupo de niños comenzó a correr por la calle, chapoteando en los charcos y riendo. Sus risas rompieron el silencio lúgubre de los últimos días. Poco a poco, más personas se asomaron a las puertas, observando cómo los niños se empapaban sin miedo, como si la lluvia no fuera algo que debiera entristecerlos, sino solo ser parte del juego.

Martina sintió que algo dentro de ella se movía. Se miró las manos, todavía manchadas de tinta por las cartas que había escrito, y comprendió que estaba aprendiendo a lidiar con la tristeza. No desaparecía de inmediato, pero se volvía más ligera con cada pequeño paso: escribir, compartir, ayudar, permitirse reír...


Esa noche, la lluvia siguió cayendo, pero el pueblo ya no se sentía tan triste. Y cuando, días después, el sol apareció entre las nubes, Martina entendió que la tristeza, como la lluvia, no era eterna. Siempre, tarde o temprano, llega el momento en que las nubes se apartan y la luz vuelve a brillar.


De José Manuel Párraga Sánchez, deseando que encuentres tu camino para sentirte mejor. 

Imágenes creadas con IA


13 de marzo de 2025

El Secreto del Gran Roble (inspirado en la investigación de Harvard sobre la felicidad)

En un bosque lleno de vida, donde los árboles susurraban historias y los ríos reflejaban los sueños de los animales, vivía un pequeño zorro llamado Rolo. Rolo era rápido, inteligente y muy independiente. Creía que no necesitaba a nadie y que la clave para ser feliz era valerse por sí mismo.

Un día, escuchó a las ancianas termitas del bosque hablar del "Secreto del Gran Roble", un misterio que, según decían, garantizaba una vida larga y feliz a quien lo descubriera. Intrigado, pero en absoluto temeroso, Rolo decidió ir en su búsqueda.

Su primera parada fue la madriguera del viejo búho Don Álvaro, el animal más sabio del bosque.

—Don Álvaro, ¿usted sabe cuál es el secreto del Gran Roble? —preguntó Rolo de manera atropellada.

El búho sonrió y con mucha pausa respondió ululando:

—Ah, pequeño Rolo… La respuesta está en el corazón del bosque. Pero cuidado, el camino es difícil y no podrás hacerlo solo.

Rolo resopló, convencido de que no necesitaba ayuda, y corrió hacia el Gran Roble. En su camino, tropezó con un río caudaloso. Intentó saltarlo, pero era demasiado ancho. En ese momento, llegó Berta la castora.

—¿Necesitas ayuda, Rolo? —preguntó con una sonrisa.

—No, gracias. ¡Puedo hacerlo solo! —respondió orgulloso.

Berta, asombrada, se encogió de hombros y se fue. Rolo intentó cruzar a través de unas piedras, pero cayó al agua. Luchó contra la corriente y con mucho esfuerzo llegó al otro lado empapado y agotado.

Más adelante, se encontró con una cueva oscura. Dentro, brillaba algo misterioso, pero no podía ver bien. Entonces apareció Lino el luciérnaga.

—Puedo iluminarte el camino si quieres —ofreció Lino.

—No hace falta. ¡Puedo hacerlo solo! —dijo Rolo, una vez más.

Dio un paso y… ¡PUM! Se golpeó contra un saliente de una roca. Lino suspiró y lo ayudó de todos modos avanzando lentamente por la cueva 

Finalmente, Rolo llegó al Gran Roble. En su base, encontró una vieja inscripción:

"El secreto de una vida larga y feliz no está en lo que tienes o haces solo, sino en las relaciones que construyes con los demás."

Rolo se quedó en silencio. De pronto, recordó a Berta, que pudo haberle ayudado a cruzar el río, y a Lino, que iluminó su camino sin esperar nada a cambio.

Comprendió que la verdadera clave de una vida plena no era la independencia absoluta, sino las conexiones que forjamos con los demás.

Desde ese día, Rolo cambió. Aprendió a pedir ayuda, a confiar en sus amigos y a compartir momentos con ellos. Y así, vivió una vida más larga, más feliz y llena de aventuras junto a quienes realmente importaban.

FIN.



Moraleja: Como demostró el estudio más longevo de Harvard sobre la felicidad (Robert Waldinger), la clave para una vida larga, saludable y feliz no es la riqueza o el éxito, sino la calidad de nuestras relaciones con los demás.

Este estudio comenzó en 1938 haciendo un seguimiento a más de 700 adolescentes.

Información sobre el estudio

Charla TED del último director del estudio

"No hay tiempo... tan breve es la vida para disputas, disculpas, resentimientos y rendiciones de cuentas. Solo hay tiempo para amar y tenemos poco tiempo hasta para eso". Mark Twain

(Cuento escrito por José Manuel Párraga Sánchez. Imagen creada con IA)

 

7 de marzo de 2025

La empatía es la base para un mundo mejor



Mejorar la empatía es clave para el crecimiento personal y la transformación emocional, ya que permite construir mejores relaciones, comprender diferentes perspectivas y desarrollar una mayor inteligencia emocional. 

¿Cómo puedo mejorar mi empatía?:

1. Practica la Escucha Activa

—Presta atención total: Deja el móvil y otras distracciones cuando alguien te hable.

—Repite o parafrasea: Responde con frases como “Si te entiendo bien, lo que sientes es…” para demostrar que realmente escuchaste.

—Evita interrumpir: Deja que la otra persona termine antes de dar tu opinión.

—Observa el lenguaje no verbal: Fíjate en expresiones faciales, tono de voz y postura corporal.

2. Cultiva la Curiosidad por los Demás

—Interésate en conocer las historias de otras personas. Pregunta con intención genuina.

—Lee libros, mira películas o escucha podcasts sobre experiencias de vida diferentes a la tuya.

—Pregunta “¿Cómo te sientes?” en lugar de “¿Por qué hiciste eso?”, evitando el juicio.

3. Usa la Imaginación Empática

—Ponte en el lugar de la otra persona y pregúntate:

¿Cómo vería esto desde su perspectiva?

¿Qué experiencias pueden haber moldeado su reacción?

¿Cómo me sentiría si estuviera en su situación?

4. Regula tus Emociones

—Practica el autocontrol emocional para responder con calma en situaciones difíciles.

—Usa la conciencia plena (mindfulness) para detectar prejuicios o reacciones automáticas.

—Reconoce tus propias emociones antes de intentar comprender las de otros.

5. Desarrolla la Empatía Cognitiva y Emocional

—Empatía cognitiva: Comprender lo que el otro piensa (ponerse en su lugar racionalmente).

—Empatía emocional: Sentir lo que el otro siente y conectar con sus emociones.

—Compasión: Ir un paso más allá y actuar para ayudar si es necesario.

6. Practica Actos de Bondad

—Realiza pequeñas acciones sin esperar nada a cambio.

—Pregunta a los demás cómo puedes ayudarles en momentos difíciles.

—Sé paciente con las diferencias y errores de los demás.


¿Que beneficios te puede traer a ti, para tu crecimiento personal, mejorar en empatía? 

—Mejora tu autoestima al fortalecer conexiones genuinas con otras personas y esa es la base del bienestar.

—Reducirá tu estrés y tu ansiedad al fomentar la comprensión del otro en lugar del conflicto.

—Te permitirá una mejor toma de decisiones al considerar diferentes perspectivas.

—Fomentará  tu inteligencia emocional y el liderazgo en tu vida 


La empatía es la base para un mundo mejor.


Por José Manuel Párraga Sánchez

28 de febrero de 2025

El susurro de la luna (un cuento sobre mi tierra y sus gentes)

En lo más profundo del bosque, donde los robles se abrazan con los alcornoques y el viento huele a jara y tomillo, vivía una pequeña liebre blanca llamada Nuba. Tan veloz como el río cuando discurre por las gargantas y tan suave como las nubes que flotan sobre la bella dehesa extremeña.

Cada noche, Nuba se reunía con sus amigos en el claro del bosque para escuchar los cuentos que les susurraba la luna. Entre ellos estaban Curro, el cervatillo de ojos grandes y curiosos; Tula, la dulce y paciente tortuga que siempre llegaba tarde pero nunca faltaba; y Pipo, el pequeño lirón que apenas podía mantenerse despierto.



Esa noche, la luna tenía una historia especial.

—Hoy os contaré una fábula sobre el Misterio del Lago Plateado —dijo la luna con su dulce voz suave.

Los animalitos expectantes, levantaron más sus cabecitas y sus ojos reflejaban con más fuerza la luz de la luna.

—Hace mucho, mucho tiempo, en una dehesa como la vuestra, vivía un pequeño cerdito ibérico llamado Blas. No era como los demás. Mientras sus hermanos jugaban en los encinares, él soñaba con ver el reflejo de las estrellas en el agua.

Una noche, decidió aventurarse hasta el lago escondido. Caminó entre la hierba alta, esquivó las piedras y, cuando llegó, vio algo maravilloso: el agua brillaba como un espejo de plata. Pero lo más sorprendente era que, en la orilla, había una cigüeña negra, elegante y sabia, esperándolo.

—Has venido por el secreto, ¿verdad? —preguntó la cigüeña.

Blas asintió, sin atreverse a hablar y en cierta manera bastante asustado por la situación. 

—El secreto es simple: la belleza está en quien se detiene a mirarla —susurró el ave, extendiendo sus alas. Y te lo dice un ave que todos los años vuelve para observar a todos aquellos que disfrutan de su entorno.

Desde entonces, Blas volvió cada noche, y con el tiempo, otros animales también lo hicieron para escuchar a su amiga la cigueña. Juntos aprendieron que la magia de la dehesa no estaba solo en la belleza de  su tierra, sino en los ojos de quienes la contemplaban.

Cuando la luna terminó la historia, Nuba y sus amigos se quedaron en silencio, sintiendo la dulzura del cuento en sus corazones. Uno a uno, fueron cerrando los ojos, mecidos por el murmullo del bosque y la convicción de que, al despertar, la belleza seguiría allí, esperándolos, pues se encontraba en su interior.


Fin.


Moraleja: Vivimos en la tierra más hermosa, que se merece que la miremos con nuestros mejores ojos. Pero sin duda lo mejor de nuestra tierra es... Su gente. ¿Y si cultivamos la belleza que de verdad existe en nuestro interior?


(Cuento escrito por José Manuel Párraga Sánchez. Imagen creada con IA)

21 de febrero de 2025

Una fábula: El canto del Ruiseñor

 Había una vez un viejo sabio que vivía en lo profundo del bosque, en una cabaña rodeada de flores y árboles centenarios. Se decía que aquel hombre tenía la respuesta a todas las preguntas y que quien acudiera a él con un problema recibiría la ayuda necesaria para encontrar su camino.

Un día, Jesé llegó a la cabaña con el corazón lleno de angustias. Se sentía perdido, incapaz de ayudar a los demás sin sentirse muy agotado. Al ver al sabio, le preguntó:

—Maestro, deseo ayudar a quienes sufren, pero termino quemado y confundido. ¿Cómo puedo brindar ayuda sin perderme a mí mismo?

El sabio sonrió y, en lugar de responder, señaló a un ruiseñor que cantaba en la rama más alta de un roble.

—Observa a este ruiseñor —dijo—. Cada mañana canta su canción sin esperar aplausos ni pedir recompensa. Solo canta porque es su naturaleza. Así es como debes ayudar: desde el amor, sin apego a los resultados. 

Jesé meditó en esas palabras, pero aún tenía dudas.

—Maestro, a veces siento que no soy suficiente para ayudar a otros. ¿Cómo puedo dar lo mejor de mí?

El sabio tomó un pequeño espejo y se lo entregó.

—Primero, debes mirarte con amor y aceptación. Si tú no crees en tu propio valor, ¿cómo esperas que los demás lo hagan? La verdadera ayuda nace cuando primero nos sanamos a nosotros mismos. 

Jesé observó su reflejo y asintió. Luego preguntó:

—Pero, ¿cómo sé cuándo mi ayuda es útil y cuándo debo dejar que el otro encuentre su propio camino?

El sabio recogió una semilla de roble y la puso en su mano.

—Cuando plantas una semilla, no la obligas a crecer, ¿verdad? Solo la cuidas y confías en que la naturaleza hará su trabajo. Ayudar no es imponer, sino inspirar y confiar en que el otro encontrará su propio poder. 

Jesé suspiró, comprendiendo poco a poco, pero tenía una última duda.

—Maestro, a veces quiero ayudar, pero no sé por dónde empezar.

El sabio tomó un cuenco y lo llenó de agua clara. 

—Si tienes agua clara y tienes sed ¿Que haces? Bebes. Eso es lo primero. 

—Comienza con pequeños sorbos de honestidad, humildad, atención plena, respeto y de escucha atenta. Y luego un gran trago de confianza y actuando con integridad verás cómo tu ayuda se vuelve poderosa. 

Mientras Jesé absorbía aquellas lecciones, una brisa ligera trajo consigo pétalos de flores silvestres, samaras del viejo olmo y vilanos de dientes de león que sin duda harán brotar nuevos retoños. El ruiseñor siguió cantando y el sabio susurró:

—Y nunca olvides que ayudar también es un arte. A veces, un poema, una canción, una sonrisa, o una mirada sincera pueden sanar más que mil palabras. La belleza y la sensibilidad son bálsamos para el alma. 

Jesé agradeció al sabio su tiempo y su saber y, con un corazón más ligero, emprendió su camino. Desde aquel día, ayudó con amor, conciencia y sabiduría, sin perderse a sí mismo en el intento.

Y así, su vida se convirtió en un canto, como el del ruiseñor en el roble.




3 de enero de 2025

El momento más importante de tu vida es el próximo minuto

 

El próximo instante, momento, minuto, contacto es el más importante de tu vida, porque es donde realmente tienes la capacidad para cambiarlo todo.


Vamos al gimnasio (sobre todo después de Navidad), nos esforzamos en comer bien y en tener un estilo de vida saludable pero ¿cuánto tiempo le dedicamos a nuestra mente de una manera consciente e intencional? Prácticamente cero, naaada. ¿Y si nos marcamos un tiempo al día para empezar a cuidarla? Y si me conoces, ya sabes que para mí el tiempo no existe, existen los momentos. Aún así vamos a marcar un tiempo a unos momentos para nuestra mente, como si de una cuenta atrás se tratase:



6 segundos abrazando a la persona que se encuentre a tu lado y si estás solo o sola queda con alguien o visita a un amigo/a. La relación social, interpersonal, es la base de tu bienestar. Y abrazar libera oxitocina que es la clave para la confianza, el apego, la empatía, el placer, en resumen, los refuerzos positivos de nuestro cerebro.


5 momentos de respiraciones conscientes al día de al menos un minuto. La respiración es la única función fisiológica involuntaria que podemos controlar voluntariamente. Respirar conscientemente activa nuestra corteza prefrontal y el hipocampo, mejorando la atención, la memoria y la regulación emocional.


4 segundos para lo positivo cuando pase "por tu lado". Dedica al menos cuatro segundos a cualquier cosa buena que te pase durante el día. Esto ayuda a grabarlo en la memoria a largo plazo y a evitar que lo positivo se pierda entre lo negativo que tiene por desgracia una enorme capacidad de atracción.


3 actividades intencionales al despertar. ¿Cómo quieres que sea hoy tu día? Recuerda que solo existe el hoy o el ahora. Para eso (1) elige una palabra positiva que te acompañe durante la jornada,  utiliza unos pos-it, (2) dile algo agradable a alguien y (3) recuerda algo bueno del día cuando te vayas a dormir. Eso como poco. 


2 segundos para gestionar una emoción. Solo el 2% de nuestro cerebro funciona activamente a la vez. Cuando estamos desbordados por una emoción negativa, podemos recordar que en 2 segundos podemos cambiarlo todo, respirando y dejando espacio para gestionar mejor la situación y que tenemos otro 98% para utilizarlo a mejor.


1 segundo... bueno en realidad 0,47 segundos de pausa. Este es el tiempo que tenemos entre un estímulo y nuestra respuesta. Interpretamos la realidad en base a nuestra memoria y experiencia y ese es el tiempo que tenemos para ello. Usar ese breve momento para elegir cómo responder puede cambiar nuestra manera de enfrentarnos a las situaciones. 


0 pensar que la vida no tiene sentido. Cada minuto cuenta y si no puedes pide ayuda. 


Dedicarle poco más de 5 minutos al día a estas prácticas puede generar cambios maravillosos en nuestra salud emocional.


Recuerda que el momento más importante es el próximo minuto. Es el único momento en el que podemos actuar para cambiar algo, mejorar nuestra energía y aumentar nuestro bienestar. 


Para terminar... ¿Por qué no empiezas con los primeros 6 segundos para abrazar a la persona que tienes a tu lado? ¡Ah! ¿Que no hay nadie a tu lado? Pues sal a la calle y en tu camino alguien aparecerá, sin duda. 


Por José Manuel Párraga Sánchez

Gestión Emocional 3.0 

metodoiris.parraga@gmail.com

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