Las cosas nunca pasan del mismo modo, ni de la
misma manera... a pesar de lo abrupto del camino o de la ternura del paseo...
Era septiembre, un mes como cualquier otro mes,
con los mismos días que cualquier otro mes… de septiembre, claro. La bruma de
la mañana se agolpaba delante de mis ojos…, claro llevaba las gafas puestas y
ese rocío maravilloso me hacía no ver la realidad. ¿Por qué no nos limpiaremos las
gafas más a menudo? (En ocasiones hasta he llegado a lavarme la cara
con las gafas puestas…, bueno sólo un poco…), ¡malditas gafas! que en
demasiadas ocasiones están como incrustadas en nuestros rostros, ¡qué pocas
veces nos limpiamos los cristales para ver más clara la realidad!
Paseaba, como cualquier otro día en cualquier
otro lugar…, pero aquel día era especial, muy especial… era el día. Terminaba
una historia para comenzar otra bien distinta, con distintos sueños e
ilusiones.
Mi cabeza llena de recuerdos, de frases
inconclusas nunca pronunciadas y de miradas sin mirar. El dulce sonido del agua
entre las rocas me sacó de mi mismo y de mis recuerdos… ¡qué agradable estaba
la tarde! Que suave la brisa de otoño,
de mi querido otoño.
Tenía que volver a ser lo que era… un tipo
agradable, pero no sólo para los demás sino también para mí mismo. Me había
perdido en paseos absurdos de tiempo atrás, en esperas ilógicas y en sueños en
forma de pesadillas.
Hoy era el día… el primer día del resto de mi vida…
(Siempre me gustó esa frase). Y seguí caminando hacia adelante… es curioso,
ahora me doy cuenta de que cuando paseo, siempre intento que sea en círculos
para no volver por donde fui. La vida es así “Vas y
vienes, vienes y vas…, vuelves, pero nunca
vuelvas… a mirar atrás. No lo necesitas”. ¡Qué suerte que construyan puentes sobre el río!
Caminando recordé “Tus recuerdos, hazlos cada vez más fuertes pero que estén delante de
tus ojos y no en tu memoria. En la memoria se enquistan, pero delante de tus
ojos los controlas, los filtras, los apartas o los disfrutas. Disfruta de tus
recuerdos”. Y en ese momento cientos de recuerdos agradables se agolpaban
delante de mí como “una zanahoria a un burro”, je, je, je.
Cuando me quise dar cuenta el camino se hizo
oscuro, no tenebroso, ni triste, tan sólo oscuro por falta de luz de día, pero
no quería darme la vuelta, deseaba llegar hasta el siguiente puente, no tenía
miedo, o eso creía. “Me creí valiente,
pero no por no sentir miedo, que lo tenía, sino porque a pesar de sentir miedo…
seguía adelante”. ¡Me gusta la noche!, casi tanto como el día; me gusta el
sol casi tanto como las nubes que lo cubren; me gusta la lluvia… porque me da
la oportunidad de ver un arco iris maravilloso.
Tenía que llegar hasta ese puente, para
atravesarlo y volver por la otra orilla… ¡ay! ¡mi problema con los círculos!. Pero
sabía que caminando sólo no podría llegar nunca al puente… “Si quieres llegar rápido camina sólo, si
quieres llegar lejos camina acompañado”. Caminaba muy rápido pero no
llegaría nunca, lo sabía. Me había perdido… en un paseo señalizado ¡Me había
perdido!...
Pero ¡qué suerte tuve!... nunca a nadie le vino
mejor perderse en el camino… empecé a caminar despacio, comencé a mirar a los
lados y no sólo adelante…, y sobre todo miré hacia arriba… busqué mi estrella,
la que me iluminase el camino. Y apareció…
Allí estaba… el puente para atravesar el río. Por
fin pude volver a casa, eso sí acompañado para siempre… ¿de quién?, DE MI MISMO,
del de siempre. ¡Qué mejor compañía de vuelta a casa!...
Por si alguien se perdió un día en el camino...
o porque un día sin más y sin saber como... lo perdió... Recuerda..., al final
vuelve, al final se encuentra, al final está. Tan sólo trata de saber quiénes
son tus amigos, y procura estar con ellos, mientras sigues tu duro camino, para así llegar lejos y
acompañado… pero sobre todo escoge una
estrella en el oscuro horizonte y sigue su luz. Sin duda esa… será Tu Estrella.
José Manuel Párraga
(de “Cuentos de mi vida”)
PD. Alguien me dijo una vez, “cuando
llueva comparte tu paraguas… y si no tienes paraguas, comparte la lluvia”
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